En un principio, las aplicaciones más populares tenían una programación relativamente sencilla y ofrecían un valor añadido moderado. Los juegos, las aplicaciones meteorológicas y los podómetros llegaron a las estanterías de las tiendas digitales sin necesidad de procesos de desarrollo exhaustivos o una infraestructura profesional. Los problemas técnicos quedaban al descubierto y se arreglaban una vez lanzadas al mercado.
Cuanto más sofisticadas eran las tecnologías de los smartphones y más estables y potentes las redes móviles, más profesionales e interesantes se volvían las aplicaciones móviles. Con el tiempo, de este nicho de mercado ha surgido un área de negocio muy compleja y polifacética.